De pronto se abre la puerta del local. Él se acomoda en una de las mesas para dos. Ella se acerca para preguntarle que desea. Algo raro le ve a ese hombre, su rostro le parece un poco familiar. Insinúa que quiere un café, sin siquiera mirarla. Ella toma el pedido algo extrañada. Misteriosamente sabe como preparar tan peculiar brebaje. Lleva la taza a la mesa, para después retirarse. Es su único cliente. Lo mira con un dejo de desconcierto, -algo tiene ese hombre-. Su postura es normal, pero le es imposible mirarlo a los ojos. Él en cambio mira la taza, sin tocarla. Deja el dinero y se retira. Tiene el presentimiento de que no lo volverá a ver, jamás.
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